Esta es una de las tantas películas que pasan sin pena ni gloria por las salas argentinas. Quizas la escaza difución de los medios, la dispar competencia frente a las megaproducciones, o simplemente el desencanto que existe en estos días por las propuestas nacionales, sean algunas de las razones por lo cuál muy pocos espectadores hayan disfrutado de esta obra de singular sinceridad, escrita por el maestro Roberto Fontanarrosa.Por otra parte, el hecho de estar acostumbrados, por vivir en una sociedad putrefacta, al endiosamiento del dinero y el poder, nos lleva a aburrirnos con estas historias que tratan cuestiones relacionadas con los principios y el respeto hacia el prójimo, descartándolas de plano sin siquiera darles una oportunidad.
Esta inutil introducción viene a colación, dado que me entere de la existencia de Cuestion de principios a travéz de un canal español, que brindaba una reseña bastante amplia y minuciosa de sus cualidades, cosa que aquí jamás ocurrió.
En pocas palabras, la película cuenta, en tono de comedia, las adversidades que debe superar un hombre por intentar proceder, en una determinada situación, de acuerdo a los ideales que rigieron su enseñanza, y las presiones que sufre, hasta de los que creía moralmente iguales, para declinar su posición. Es la muestra cabal de lo dificil que resulta hacer las cosas bien hasta para alguién fiel a sus convicciones.
Cabe remarcar la exelente tarea de todo el elenco, destacándose obviamente Federico Luppi y Norma Aleandro, pero tan bien acompañados por el resto que hasta Pablo Echarri, contrario a lo que normalmente ocurre, compone un personaje por lo menos creible.
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